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Corporaciones no deben ignorar el potencial de la nueva generación

Aldo Olcese
Nov 25, 2020

Vivimos tiempos algo oscuros, de zozobra, incertidumbre y miedo. Aún después de meses de crisis del COViD los habitantes de la tierra seguimos seriamente condicionados por la falta de control definitivo de la pandemia.

Se impone tristemente un nuevo modo de vida restringida y amedrentada, aunque sea por nuestro propio bien.

Nunca los principios fundamentales de nuestro mundo democrático moderno de libertad, igualdad y fraternidad han sufrido mayores restricciones, estiramientos y atropellos.

Son momentos en los que la igualdad ha de primar sobre la libertad para resolver los problemas del coronavirus y donde ni siquiera la solidaridad (nuevo nombre de la antigua fraternidad) consigue mitigar los efectos colaterales de la crisis que inexorablemente caen del lado de los más débiles de manera más aguda y duradera. Ello porque las dificultades son enormes y afectan a la totalidad de la población mundial. ¡Y no hay solidaridad que pueda con todo eso!

En este contexto lo económico ha tomado el triste protagonismo de ser una víctima propiciatoria de las soluciones a la pandemia cuyas perentorias e indiscriminadas, aunque al mismo tiempo bastante oportunas, limitaciones van contra la necesaria libertad y flexibilidad para emprender y generar riqueza.

El colapso financiero y emprendedor se combate masivamente con recortes brutales en todo y peticiones dramáticas de ayudas y fondos públicos. Una receta mortal de necesidad para la dignidad moral de los seres humanos tanto por tener que pedir como por ser cercenados en nuestros ingresos, empleos y otras expectativas, cuya consecuencia principal es la desaparición de las ilusiones, y la ausencia de sueños de futuro.

La mayoría del tiempo dedicado por los directivos decisores económicos a aportar soluciones, se concentra en los recortes generalizados en todo y para todos.

La mesura en los recortes brilla por su ausencia. Al contrario, jamás vi un proceso tan destructivo de estabilidad, riqueza y empleo, y en menos tiempo. Y ya soy un viejo rockero que se ha chupado cuatro grandes terremotos financieros, la crisis bursátil de los 89/90, la de la burbuja tecnológica de principios del 2.000, la financiera e hipotecaria del 2007 / 8, y esta de ahora que será la más profunda pero la menos duradera.

El viejo argumento de que para salvar la vida del enfermo hay que cortarle una pierna o las dos, se abre paso por todos los centros financieros y empresariales como una letanía admonitoria para la expiación de nuestros pecados. Aunque esta no sea esta vez una crisis de excesos financieros sino más bien de aberraciones alimentarias y sanitarias.

Los más brillantes de toda organización, ya sea esta política o empresarial, se especializan en el desarrollo, el crecimiento, la iniciativa, los planes , la motivación… Ha sido siempre así. Pero en estos días se los ha tragado la tierra. Parece que por falta de medios económicos para todo ello.  ¿¡Quien dijo que solo se puede emprender con dinero !?

Hoy campan a sus anchas los podadores de gastos, los cirujanos de extirpaciones y ventas de activos, y como estirpe más apreciada los expertos en fusiones. Fusiones basadas en el principio de la unión hace la fuerza, en este caso para sobrevivir y justificar que hay personas y activos redundantes que es evidente que hay que eliminar con una razón fundamentada en la ejecución de una integración y no solo por necesidad perentoria, que queda peor y se hace más difícil de aceptar.

Ya no me quedan casi fuerzas para explicar que en toda crisis los efectos colaterales inducidos por los recortes son peores que los efectos destructivos que la propia crisis trae consigo. Los excesos en los recortes son como pasarse en la dosis de un tratamiento que acaba matando al enfermo con la intención de salvarlo mejor y sobre todo antes.

Y es que en esas estamos. Déjenme ponerles algunos ejemplos. La figura del becario en prácticas remuneradas ha desaparecido prácticamente. Su coste es insignificante respecto de otros recortes mucho más efectivos para dejar recursos libres para poder seguir manteniendo la actividad. Pero sus efectos son devastadores para la moral colectiva joven de nuestros países. ¿Como podemos plantearnos salir de la crisis generando confianza y motivación en la ciudadanía si lo primero que nos cargamos son las más mínimas expectativas de futuro de nuestra juventud? Un joven ha de hacer prácticas para poder aspirar a un puesto de trabajo el día de mañana. El sistema empresarial se tira piedras contra su propio tejado creando este vacío generacional en sus futuras dotaciones de empleados.

Otro recorte que se expande como la pólvora es de los empleos eventuales. Muy pocos por no decir ninguno se renuevan al vencimiento por qué no hay actividad y también mucho “por si acaso” la cosa no mejora.

De los millones de “Erteados” crónicos ni que decir tiene que con una prestación del 70% del salario, su visión del futuro no es precisamente alentadora.

¿¡Pero cómo va a mejorar la cosa así!? ¡Con la propensión marginal al consumo arrasada en la inmensa mayoría de las personas!

Hay muchas empresas y autónomos que no pueden sobrevivir a la crisis sin recortes drásticos porque viven al día y eso es entendible, pero las grandes compañías rentables se han sumado a ello con entusiasmo como medidas precautorias por si las cosas empeoran, sin reparar en que su política contribuye al empeoramiento más que a la mejora.

¿Puede el sistema capitalista sano permitirse el lujo de no ganar dinero un año o incluso perder dentro de un contexto de ganancias acumuladas de forma ininterrumpida en los últimos treinta años en casi todos los sectores estratégicos de la economía mundial? ¡¡La respuesta es que puede y debe !!, para así mantener la actividad, el empleo y la moral colectiva alta. Sobre todo, en esta crisis que no es en modo alguna estructural sino puntual y muy delimitada en el plazo de la obtención de vacunas, que parecen ya muy cercanas.

No hay mayor tesoro en una sociedad que la felicidad que dan la motivación y las ilusiones de la juventud y su capacidad de generar dinámicas de superación y modernización. Tenemos todos y muy en especial los que tenemos el privilegio de decidir por los demás en diferentes ámbitos, la irrenunciable, indelegable e inevitable responsabilidad de mantener alta la moral colectiva que empieza por la de los jóvenes que es la más importante.

¡Me niego a participar de esta miseria moral imperante y galopante! Hago desde estas líneas un llamamiento solemne a la comunidad empresarial “pudiente “para ser mesurados en los recortes y especialmente comprometidos en la creación de oportunidades para nuestros jóvenes. No sólo no perderemos, sino que ganaremos mucho en lo material y también, y no menos importante, en lo moral a lo que tanto aporta la defensa de la dignidad humana.


Aldo Olcese es uno de los asesores de nuestro Top Boards Strategic Advisory, que se enfoca en brindar a los directorios servicios de asesoría estratégica y una mayor comprensión de los desafíos actuales.

Aldo Olcese

Permanent Member of the Royal Academy of Economics in Spain, Chair of the European Education for Employment Foundation. Senior adviser for McGraw Hill and for Alvarez & Marsal.